La enfermedad inflamatoria intestinal contempla un conjunto de afecciones que se producen en el sistema digestivo, que producen que algunas porciones de éste se inflamen y enrojezcan. Se considera una condición de salud crónica, por lo cual, puede persistir durante un tiempo prolongado o pueden ocurrir constantes recidivas o reapariciones de los síntomas durante toda la vida del paciente.
En general, este término abarca dos tipos de manifestaciones. Por una parte, tenemos la Colitis Ulcerosa, que afecta exclusivamente el revestimiento interno del intestino grueso y causa inflamación y la generación de úlceras en toda la extensión de este órgano. También, tenemos la Enfermedad de Crohn, la cual afecta cualquier parte del sistema digestivo y puede penetrar en el tejido interno del mismo.
Contenidos
Causas
La causa de estas patologías aún no se ha determinado de modo preciso, pero se considera que pueden incidir la genética del individuo, un funcionamiento alterado del sistema inmunológico o factores externos; así como una combinación de estos factores. El aspecto hereditario ha sido muy debatido, en virtud que hay personas que sufren de esta enfermedad, a pesar de no contar con ascendientes que la padezcan, no obstante, suele presentarse de modo preponderante entre miembros de una misma familia. Por otra parte, se estima que un mal funcionamiento del sistema inmunitario puede causarla, pues la inflamación de estos tejidos, se asemeja a otras respuestas corporales “exageradas” producidas por una sobreexcitación del sistema de defensa.
Anteriormente, se atribuía la presencia de esta enfermedad a una dieta inadecuada o a la presencia de estrés, pero en la actualidad se sabe que estos elementos pueden potenciar los efectos perjudiciales de la enfermedad, pero no originarla.
Síntomas más comunes
Tanto la Colitis Ulcerosa como la Enfermedad de Crohn constan de unos síntomas concurrentes, en virtud de afectar el mismo conjunto de órganos; sin embargo, se diferencian por la presencia o no de llagas y por la parte afectada. Entre las manifestaciones comunes a ambas, se encuentran el dolor del abdomen, distensión y diarrea recurrente. Por otra parte, suelen presentarse elevadas fiebres, evacuaciones con rastros de sangre, disminución del apetito, pérdida de peso y fatiga. Sin embargo, éstos últimos no son muy habituales, pero pueden ayudar a determinar la existencia de la afectación digestiva.
La presencia de la enfermedad inflamatoria intestinal, puede causar a su vez, otro tipo de problemas de salud, como el retardo en el crecimiento de los niños, postergación de la pubertad, erupciones en la piel, artritis, afectación del hígado y problemas visuales. Sin embargo, no se considera que estos síntomas sean propios de la enfermedad, sino que se valoran como consecuencias de la presencia de la misma, sobre otros órganos o grupos de éstos.
Diagnóstico
Si presentas algunos de los síntomas que anteriormente indicamos, así como cualquier otro que no conste en esta lista, es conveniente que acudas a una consulta con tu médico de confianza, pues el podrá dictaminar la presencia de la enfermedad o remitirte a un especialista en el área digestiva. Las formas más comunes de determinar si un paciente sufre de esta patología, son los análisis de sangre, los exámenes fecales y la captura de imágenes mediante tomografías computarizadas (TC) y resonancias magnéticas (RM).
También es probable que el especialista deba realizarte una colonoscopía, que consiste en la inserción anal de un instrumento médico que cuenta con una cámara, para verificar las condiciones en las que se encuentra el tramo final del sistema digestivo. El médico también podrá tomar una muestra del tejido intestinal, para ser estudiado en un laboratorio, a fines de determinar si estás padeciendo otra enfermedad o tienes algún tipo de infección.
Tratamiento
Una vez que el médico dictamine la presencia de la enfermedad inflamatoria intestinal, recomendará algunos cursos de acción, con la intención de aliviar los síntomas y evitar posibles complicaciones futuras. Las medidas más recomendadas por los profesionales de la salud, suelen ser: introducir cambios en la dieta, para eliminar o disminuir la ingesta de alimentos que irriten las paredes de los órganos involucrados en la digestión y la toma de medicamentos que los desinflamen. Si el progreso de la enfermedad ha traído consigo complicaciones, es probable que el paciente sea sometido a un proceso quirúrgico para corregirlas.
En cuanto a los cambios de hábitos nutricionales, es probable que se determine una dieta hipercalórica y constante de abundantes nutrientes, para que el organismo pueda hacerse con los elementos necesarios, que pierde a través de la incapacidad de absorción completa del intestino. También se instruirá consumir abundante líquido y tomar algunos complementos vitamínicos.
Los medicamentos que pueden ser recetados, tendrán como función primordial, desinflamar el sistema digestivo, a través de sus propiedades antiinflamatorias; y disminuir las consecuencias del funcionamiento inadecuado del sistema inmunológico, a través de inmunodepresores.
La opción quirúrgica será el último recurso, y se aplicará en casos en los que existan fisuras en el intestino, obstrucción del mismo, hemorragia que no remite y ausencia de respuesta al tratamiento recomendado.